''Pues mira, chatica, el otro día salía de la Once, de que me hicieran la revisión, y hay una tienda a la salida con artículos y demás para, especialmente, ciegos. Y vi a un niño, no llegaría a los nueve años, al que le estaban enseñando utilizar un diminuto bastón blanco. ''Tienes que apoyarlo suavemente delante de ti, lo suficiente como para sentir si hay algún obstáculo, si hay acera...'' le decían. Casi se me cae el corazón. Pensé: ''¿De qué me quejo yo?'', y sigo pensado, ¿pero de qué me atrevo a quejarme yo? Yo, lamentando mi desdichada suerte, por tener estos grandes defectos visuales. Pero, ¡este niño! Este angelito... Nunca va a poder ver los colores, las montañas, las sonrisas de las personas, nunca podrá encontrarse con una mirada que lo enamore. Y, yo, gimoteando porque veo borroso... ¿Cómo no he podido valorar mi suerte?''
¿Cómo no podemos valorar nuestra suerte?
1 comentario:
Que preciosidad Sara! es cierto, no valoramos lo que tenemos lo suficiente, a veces sienta tan bien darse cuenta de lo imperfectos que somos!
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La vida, la vida.