martes, 25 de mayo de 2010

Nota mental.

Acordarse de no volver a querer ahorrar tiempo enjuagándose la boca con flúor al mismo tiempo que lavándose la cara, y sobre todo bajo ningún concepto secársela con la toalla mientras el flúor permanezca dentro de la boca.
(A riesgo de acabar rociada de flúor y jabón, de darse un golpe contra la ducha, accionándola con la consiguiente inundación catastrófica, y de acabar con el orgullo herido.)

miércoles, 12 de mayo de 2010

Una de majaderías.

Y, una vez más, te busco en ese pupitre. Te busco por ese autobús en el que podríamos coincidir. Te busco por esa calle por la que vas hacia el colegio. Te busco paseando por ese parque. Te busco caminando por ese pasillo. Te busco dirigiéndote a esa clase. Te busco entre las personas conectadas en el chat. Te busco por mi memoria. Busco tu encuentro ''casual''.


Y, mientras busco, la emoción y el nerviosismo se apoderan sobre mí, esa multitud de crapulillas se ponen a aletear frenéticamente en mi estómago, y cuando (la mayoría de las veces) descubro que no estás, las crápulillas deciden suicidarse de golpe, y provocarme trastornos intestinales.


Durante todo este proceso, intento tapar las sensaciones anteriores pensando el tipiquísimo ''no seas estúpida'', y las posteriores a la desilusión con otro topicazo ''te lo dije, por estúpida''.


Y, pienso. Qué estúpidamente he estado buscándote por aquí con una estúpida emoción y un estúpido nerviosismo para hallar estúpidamente, y con cara de estúpida, probablemente, que tú, estúpido, no estás.


Pero, sinceramente, ¿no te parece completamente estúpido que el hecho de que aparezcas por la puerta me alegre el día? ¿o el hecho de que, si no apareces, me sienta estúpidamente alicaída? ¿o el hecho de que, si apareces, pero casi no llegamos a hablar, es más, ni nos miramos en todo el día, me hace sentir aún más estúpidamente peor que si ni siquiera apareces?


¿Es o no es la cosa más estúpida del mundo?

¡Pues claro que sí! Me autocontesto.

¡Hay que ver!

''Pues mira, chatica, el otro día salía de la Once, de que me hicieran la revisión, y hay una tienda a la salida con artículos y demás para, especialmente, ciegos. Y vi a un niño, no llegaría a los nueve años, al que le estaban enseñando utilizar un diminuto bastón blanco. ''Tienes que apoyarlo suavemente delante de ti, lo suficiente como para sentir si hay algún obstáculo, si hay acera...'' le decían. Casi se me cae el corazón. Pensé: ''¿De qué me quejo yo?'', y sigo pensado, ¿pero de qué me atrevo a quejarme yo? Yo, lamentando mi desdichada suerte, por tener estos grandes defectos visuales. Pero, ¡este niño! Este angelito... Nunca va a poder ver los colores, las montañas, las sonrisas de las personas, nunca podrá encontrarse con una mirada que lo enamore. Y, yo, gimoteando porque veo borroso... ¿Cómo no he podido valorar mi suerte?''


¿Cómo no podemos valorar nuestra suerte?

domingo, 9 de mayo de 2010

Leer, lire, read, lesen, legi, olvasni, llegir...