martes, 29 de diciembre de 2009

Oda a la hilaridad II.

''Éramos muy jóvenes, Mike y yo. Estábamos de vacaciones con Interrail y decidimos pasarnos por Suiza para visitar a una alocada amiga. La conocimos en Londres en la escuela de inglés, pues en Suiza se habla alemán, italiano, alemán suizo y francés, todos hablan alemán y al menos otro de esos idiomas, pero curiosamente, no inglés. Bueno, el caso. Se alegró mucho de vernos, y uno de esos días en los que nos enseñó su ciudad, tenía que pasarse por casa de unos amigos, (suizos, claro) y nosotros la acompañamos. Llegamos, entramos, y nos presentó, muy sonriente. Dijo que éramos una pareja de estudiantes, que yo era húngara, que Mike era español, cómo nos conocimos, la típica historia, a qué nos dedicábamos, y cosas así. Cuando ya llevaba un rato hablando, me di cuenta de una cosa. ¡Qué bien entendía el alemán! No recordaba que supiese tanto. Entonces, me fijé en los amigos que nos estaba presentado, y la estaban mirando con los ojos como platos, sin decir ni una sola palabra. Ella seguía cotorreando y yo la seguía entendiendo. De pronto, caí en la cuenta. Estaba presentándonos a sus amigos, sí, hablando, pero en inglés. Cuando terminó, ni sus amigos dijeron ''Encantados.'', ni nosotros tendimos nuestras manos. Nos miramos unos a otros unos segundos. Mike también había caído en la cuenta. Ella nos miraba, un poco extrañada. Y, de repente, todos prorrumpimos en carcajadas. Estuvimos más de cinco minutos por los suelos, llorando de risa, con esos desconocidos que no habíamos visto en nuestras vidas. Fue inolvidable, (se ríe). ''
Testimonio real de Atina.


Ah, las carcajadas.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Oda a la hilaridad.

''La miré, y me reí a carcajadas.''
''Él no pudo reprimir una carcajada.''
''Todos irrumpimos en carcajadas.''

Carcajada. Me encanta esa palabra. Ah, es tan agradable, una carcajada. Difícil de plasmar por escrito (el burdo jajajajaja poco se le acerca).

Reírse a carcajada limpia. ¡Qué placer!


''Ella se sentía muy incómoda. Estaba esperando al autobús, y se había encontrado con ese chico de su clase que no le caía especialmente bien. Tampoco le parecía mala persona, ni estúpido, pero la verdad es que apenas habían hablado nunca, nada más que saludarse, o ''¿Qué nota has sacado?'' o ''¿Qué hay de tarea?'' o cosas por el estilo.


Total, que tampoco tenían ninguna razón para ignorarse, pero tampoco para hablarse, pero para no quedar mal, ella empezó por saludarle. Él había cruzado la carretera delante de sus narices, y sus miradas se habían encontrado en un microinstante, así que ya no podía fingir que no lo había visto. Además, esta perspectiva le parecía un tanto cobarde. Pero, de todas formas, allí estaban, deseando estar en cualquier otro lugar del mundo menos allí, tras haberse medio sonreído y saludado. Los temas banales tipo ''qué rollo, esta profesora, qué tonta'', ''cómo voy en esta asignatura'' o ''qué frío hace'' ya se habían acabado, y tal vez no estaba pasando mucho tiempo, pero a ellos ese silencio se les estaba haciendo eterno.


Como ya he dicho, ella se sentía muy incómoda. Le apetecía hacer lo que siempre hacía, esperar al autobús, ponerse música en su iPod, desconectar, observar a la gente, escuchar conversaciones, o simplemente, sumirse en sus pensamientos. Pero no, allí estaba él, que de hecho ahora le estaba pareciendo realmente estúpido (¿¡a quién se le ocurría fastidiarle ese momento cogiendo justo esa villavesa a esa hora?!), haciendo como que estaba pensando qué decir (bueno, podía ser que realmente estara pensando qué decir). Ya estaba pasando a sentirse molesta, aunque en realidad no habían dicho nada más.


Y de pronto, un señor con prisas pasó junto a ella corriendo y, sin querer, la empujó. Ella, desprevenida como estaba, se tambaleó peligrosamente, nunca llegó a entender cómo demonios, pero se le torció el tobillo derecho y se tambaleó aún más peligrosamente, y, probablemente, aún más ridículamente. Tras un juego de manotazos y bamboleos desesperados por mantener el equilibrio, que se le antojaron interminables, en los que todos los que se encontraban a su alrededor mantenían la expresión de terror por el posible golpetazo que se avecinaba, de pronto, encontró estabilidad y volvió a su posición natural. 


Estaba, ahí, de pie, como si nada hubiera pasado. ''Bueno, he sobrevivido, a pesar de todo.'' Su compañero la miraba de una manera muy extraña. De pronto, ella se vio desde fuera, como bailando samba con el cuerpo lleno de pulgas y borracha, en su macarrónico intento por salvarse de una aparatosa calabazada, y lo comprendió. Se miraron a los ojos, y algo hizo clic. Ambos estallaron en sonoras carcajadas sin poder evitarlo.


Cuando ya no les quedaban lágrimas, y les dolían los músculos de la cara de tanto reír, se volvieron a mirar a los ojos, y sonreían, pero esta vez, de verdad, divertidos, alegres, sinceros.
Ella hoy recuerda ese clic con infinito cariño. No sabe si fue el destino, pero después de muchos clics, y no tantos, surgió otro.




''Ah, las carcajadas.''

sábado, 12 de diciembre de 2009

Una película para olvidar.

Tantas veces comentado, tantas veces experimentado. Aunque sea una película francesa, siempre se sentirá decepcionado tras ver una adaptación al cine de un libro.
Si no es porque los personajes no tienen nada que ver con la dulzura de la novela original, es porque han transformado un lindo cuento en una amarga y pesimista historia.
Se acepta que no puedan incluir todo lo del libro... Pero asesinar rasgos de los protagonistas, momentos cruciales, escenarios inolvidables... Agh. No tiene perdón.


Mi película para olvidar de hoy es El erizo. Obviamente, no merece la pena. Uno sale con tan mal cuerpo de esa grotesca forma de contar uno libro precioso...



La elegancia de la marmota. ¿No es un título más apropiado? Suena a parodia, pero es que prácticamente, esa película lo era. Una parodia de una hermosa Oda a La vida.





El libro es La elegancia del erizo. Merece la pena una y mil veces.



Ps. Por supuesto, la excepción que confirma la regla es El curioso caso de Benjamin Button.