miércoles, 27 de noviembre de 2013

"¿Dónde habré leído yo -pensaba Raskolnikov- aquella frase que se le atribuye a un condenado a muerte una hora antes de la ejecución? ¡Aunque tuviera que vivir en aquella cima escarpada, sobre una roca perdida en medio del océano! ¡Aunque tuviera que pasar de aquella manera toda mi vida, mil años, la eternidad, de pie y en un espacio de pie cuadrado, en la soledad, en las tinieblas, expuesto a la intemperie, preferiría siempre aquella vida a la muerte! ¡Vivir, no importa cómo, pero vivir...! ¡Qué verdad es todo eso, Dios mío! ¡El hombre es cobarde! Y cobarde es también el que se lo llama" agregó al cabo de un instante. 


1 comentario:

Jon Machalón dijo...

La única explicación para el miedo a morir incluso a pesar de tan espantosas condiciones de vida es la esperanza. Es inevitable, está grabada en nosotros y, por mal que vaya todo, siempre -SIEMPRE- creemos que hay una salida, un futuro mejor. Por eso tememos morir: no es el miedo a lo desconocido, sino el miedo a perdernos lo desconocido que todavía hay en nuestro mundo.

Te echo muchísimo de menos.

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La vida, la vida.